Pues sí, joder, que tengo una aparición casi enfrente de casa. Os pongo en situación. Desde marzo estamos viviendo en una casica muy chula. De piedra, con chimenea, campeiro, plantas, perra, gato. Todos los vecinos, también con sus casas con perros y chimeneas, nos quieren mucho y nos tratan muy bien. Sobre todo la de la casa de al lado, a la que llamaremos Christina Ricci Anciana. Nos traen fruta y patacas y nos invitan a cafeses. Y todos nos advierten sobre estos otros vecinos, los de la casa de casienfrente. Que no se hablan con nadie. Que son lo peor. Se refieren a ellos como Él y Ella. Todo empezó porque el vecino chungo, al que llamaremos Archibaldo, vendió un cacho de terreno a Christina Ricci Anciana, años ha, para que ella y su difunto marido pudieran hacerse su casa. En ese cacho de terreno está incluido el camino que baja a nuestra casa.

Flashback. Archibaldo estaba casado con una señora, que según CRA, era una persona maravillosa. La llamaremos Dorotea. Dorotea y Archibaldo eran la pareja más estimada y admirada de la zona. Ayudaban a los vecinos, a la juventud, montaban cenas, reían, cantaban, bailaban… peeeeeeeeeeeeeeeeeero, aquí viene lo que no se si puedo contar, porque entra dentro del mundo del cotilleo chungo. Que no me gusta nada, pero como este blog no lo lee ya nadie, y no pongo nombres y es muy importante para la historia… Dorotea se suicidó. Se colgó en el desván. ¿Porqué? Nadie sabe. Fin del flashback.

Después Archibaldo se casó con Elisabeta. Que según todos es lo contrario a Dorotea. Mala persona, inaguantable, cizañenta. Y CRA nos cuenta diversos ejemplos de su maldad. La verdad es que Elisabeta es chunga. Muy chunga. Y contagió a Archibaldo. Ahora ya nadie se trata con ellos porque no paran de hacer perradas. Él dice que el camino que baja a nuestra casa y, atención, una pared de la casa de CRA son suyos, CRA dice que se vaya a la mierda y que no le toque la cona. Y así llevan años.

El día que vinimos a instalarnos Yoli, Frida, Eneko, las plantas y yo, vimos a Archibaldo, se nos acercó y de buenas maneras nos deseó suerte en nuestra casa. No os fiéis ni un pelo, dice CRA.

Aquí vienen las cosas chungas. Nuestra casa y la de Él y Ella están separadas por un muro de metro y pico, la altura de una persona no muy alta. De la casa al muro habrá cuatro o cinco metros de cemento y hacemos vida por ahí fuera sin ver demasiado a nadie más. Su casa queda más alejada al muro, quince o veinte metros arriba y a la derecha. Campo en medio. Una noche meto el coche con la compra, cierro el portalón. Igual me quedo cinco minutos fuera sentado, fumando y mirando el móvil, todo oscuridad y silencio, ni pasos ni nada. Y escucho una tos. Ahí enfrente, al otro lado del muro. Con el silencio, se escuchó perfecto. Después nada más. Seguí mirando el móvil como si nada y me quedé fuera hasta acabar el cigarro. Pero durante todo ese rato le subí el volumen a las orejas y nada. Después no le dí importancia, supongo que Archibaldo también tiene derecho a estar en su lado del muro, de noche, en silencio, coma min.

Una vez que ibamos a nosedonde, Yoli abre el portal para que yo saque el coche (otro día hablo de Yoli y su alergia a conducir cuando vamos juntos, paseando a misdéisi) y con la mano me dice que pare. Anda un par de metros por el camino, se agacha y vuelve con un par de clavos, viejos, oxidados, bien grandes y con destination nuestros neumáticos. Los utilizamos para colgar macetas en la pared de fuera.

Creemos que todo esto fue Él. Ahora Ella.

La casa de Archibaldo y Elisabeta es la última de la carretera. Después de su entrada el asfalto desaparece y se convierte en camino de tierra que sigue hacia el monte y los putos eucaliptos. Llevamos a Frida a pasear por allí. En algún momento, saliendo con Frida, y sin saber nada aún de todas estas movidas, me encontré con Elisabeta por el camino. Ay, ¿sois los nuevos? Sí, ¿y qué tal por aquí? Nos presentamos bla bla bla blablalalalalallalal muy cordial, muy sonriente, cualquier cosa que haga falta… Lo normal. Me quedé con su voz, muy suave.

Alguna semana después, volviendo con Frida, escucho la voz, hola, Rafa. No la había visto, pero allí estaba Elisabeta detrás de sus setos, toda sonrisas. ¿Qué, paseando? Pues sí, volviendo a casa. Y estuvo hablando, con su voz dulce, que iban a vender, que ella no era de allí, que… absolutamente encantadora. Muy encantadora. Pensé que o ella era una falsa o la gente la juzgaba mal.

Las otras dos veces que la ví. Desde fuera de nuestra casa se ven sus ventanas del desván. En una ocasión, tirado en el sofá que tenemos fuera, la ví allí asomada, mirando. Llevaba una bata roja. Sonrió y saludó con la mano, hola, Rafa! Hice lo mismo. Entré en casa y cuando salí ya no estaba. La otra fue hoy. Entré por el camino con el coche, y bajé para abrir el portalón. Hola, Rafa! Tuve que girarme dos o tres veces porque no sabía de dónde venía la voz. Allí estaba Elisabeta, en su cacho de campo, vestida de jardinera y con gorro de paja, que se acercaba lentamente sonriendo. Voz suave. ¿Todo bien?¿Estáis contentos de estar aquí?

Cuatro teorías tengo.

Una. Elisabeta es una falsa del copón y pone voz melosa porque sí, en plan no sé qué te habrán contado pero yo soy una santa.

Dos. Elisabeta en realidad está poseida por Dorotea.

Tres. Nunca he conocido a Elisabeta y con quien hablo es con el fantasma de Dorotea.

Cuatro, la más probable. Aunque todo lo de arriba haya sucedido en realidad, me aburro mucho y hace tiempo que no escribía nada por aquí. Aunque fuera una esbardallada.