Que me moría e iba al cielo. Ya por el detalle de que iba al cielo me dí cuenta de que estaba soñando, que a mí no me la juegas tan fácilmente, subconsciente. Y yo, mientras viajaba, porque iba volando por los cielos celestiales, pensaba: «ya verás como San Piter resulta ser un borrachuzo, que justo cuando yo llego se le caen las llaves de la puerta como quien las pierde en una alcantarilla, y estamos toda la eternidad buscándolas por las nubes, ya verás.»

Pero no, qué va. Me poso en una nube, a lo niño perdido, y veo el siguiente espectáculo: un dintel, con un fluorescente de colores que pone «Heaven», in inglish, apoyado en dos columnas doradas, formando la única entrada, pues hay muros de nube a ambos lados. Una fila de gente vestida como para ir a una boda, pero todos de blanco, que ríen y hablan como si estuvieran esperando para entrar en la discoteca. Y enfrente a la entrada, apoyado en un atril con un libro grandísimo, un negro enorme con una chapa que pone «San Pedro, ¿qué pasa?»

El tío me mira todo el rato, y yo, acojonao, miro disimuladamente al final de la fila (como a cien kilómetros) y comienzo a andar. Pero me dice «eh», me paro en seco y empieza a chasquear la lengua mientras niega con la cabeza. «¿Tú aquí? No. Chao». Le da a una palanca y comienzo a caer a toda velocidad a través de las nubes, mientras berreo dejándome la garganta.

Querido Dios, que sepas que me importa un carajo que no me hayas invitado a tu fiesta. Seguro que ni siquiera había nada de picar. Y que sepas que cuando Jesús te dijo por el móvil «perdónalos, señor, que no saben lo que hacen», les estaba llamando de todo a los romanos cinco minutos antes, pero bueno, yo no digo nada que luego todo se sabe. ¿Eh, Mateo, Marcos, Lucas, Juan and Co.? ¡Que antes de que llegarais vosotros con el boli y las cámaras estaba Jesusito haciendo malabarismos todo japi, gritando «eh, tengo una cruz, mirad lo que hago, alehop»!

Bueno, ya no plagio más chistes. Un saludo, señor tres en uno.